sábado, 2 de noviembre de 2013

Vida, muerte y resurrección desde tiempos prehispanicos.

Desde nuestros  antepasados ya se tenia muy definida  la muerte  que era una prolongación de la vida, y  a la inversa  para los antiguos mexicanos la oposición entre muerte y vida no era tan absoluta como para nosotros.
 
La muerte no era el fin natural de la vida, sino fase de un ciclo infinito de vida, muerte y resurrección lo consideraban como un  estado natural del universo como un complemento del proceso cósmico, que se repetía constantemente y la muerte, a su vez, no era un fin en sí, ya que se consideraba que el hombre alimentaba con su muerte la voracidad de la vida, siempre insatisfecha.
 
 

Después de la muerte, el espíritu abandona el cascarón o envoltura pero su vida continúa en el más allá. Luego de cierto tiempo, regresa a este mundo en otro cuerpo pues esta vida es para expiar los crímenes cometidos contra otros y para acumular méritos suficientes para romper el ciclo nacimiento-muerte-reencarnación. Si en lugar de acumular méritos acumulamos crímenes, entonces la persona solamente empeorará su propia situación.
 
Aún muriendo, estamos condenados a volver a nacer y enfrentar lo malo y bueno que hicimos en esta vida. Aún sin morir todavía, podemos ser obligados por los dioses a enfrentar crímenes contra otros y pagarlo con sufrimientos físicos o económicos propios y de familiares. Aún haciendo todo lo humanamente posible, es imposible alcanzar la perfección en este mundo, pero como dinero puesto en una cuenta de ahorros en el banco, los méritos hechos ahora nos servirán para la siguiente vida.
 
Todos nos familiarizamos desde la infancia con la muerte, aunque no tengamos noción exacta de sus implicaciones, nuestros padres nos han dicho por generaciones que si nos portamos bien, el día de nuestra muerte vamos a ir al paraíso, porque el que bien empieza bien acaba o el que mal empieza mal acaba y le toca ir al purgatorio donde cumplimos nuestros castigos.
 
Los mexicanos festejamos y celebramos a nuestros muertos,  nos  vestimos de muchos colores para venerar a la muerte, el amarillo de la flor de zempoalxóchitl, el blanco del alhelí, el rojo de la flor afelpada llamada pata de león.
 
Las almas de los parientes fallecidos regresan a casa para convivir con los familiares vivos, casi en todos los hogares mexicanos honramos a nuestros seres queridos poniéndole un altar chico, pequeño o grande, buscamos sus mejores fotos y le ofrendamos los guisos que más le gustaba, las bebidas de su preferencia, adornadas con las flores  zempoalxóchitl y la flor afelpada,  papel picado, velas amarillas, calaveras de azúcar, los sahumadores en los que se quema el copal, para limpia el lugar sagrado que los va a recibir con gran alegría incluso poniendo la música que a ellos les gustaba es pues un día de felicidad porque ellos nos vienen a visitar.
 
La celebración de Todos los Santos y Fieles Difuntos, se ha mezclado con la conmemoración del día de muertos que los indígenas festejan desde los tiempos prehispánicos, nos enseñaron a respetar y a saber que la persona no muere pasa a otra dimensión que es desconocida aún en nuestros tiempos, solo no separa una pequeña línea que puede ser rota en segundos, hoy la muerte sigue siendo un gran misterio sobre todo porque lo que sí sabemos con certeza, es que ricos y pobres, niños y adultos, recién nacidos y ancianos, vamos a  presentarnos  para ser juzgados  y evaluados por nuestro creador.
 
Y es mucho más hermosa una velación con el ritual que nuestros abuelos prehispánicos  nos dejaron, que ha llagado hasta nuestros días, posiblemente no al 100% como ellos la realizaban pero si con gran devoción y respetando la tradición,  desde nuestra vestimenta e instrumentos y danza prehispánica, con preparación del camino de luz, para abrir el circulo por donde van a llegar, haciendo el gran símbolo de la dualidad con las flores tradicionales y recibiéndolos con cantos, música  y alabanzas algunas en lengua náhuatl. 

No permitamos que estas hermosas tradiciones se pierdan, sigamos el ejemplo de nuestros abuelos, enseñemos a nuestros hijos  para  continuar con la tradición.


Cecy González
2-Nov-2013
 
 
 

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